Garabatos de un caminante

Garabatos de un caminante
Apizaco, Tlaxacala, México

sábado, 6 de abril de 2013

ADIOS DON RAFAEL ESTARTÚS TOBELLA

Don Rafael Estartús Tobella un hombre sabio que nos enseñó a estudiar y reír

El pasado 24 de marzo, en la ciudad de Piura falleció don Rafael Estartús Tobella a quien tuve el gratísimo honor de conocer y tratar cuando era estudiante de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Piura.
Aunque don Rafa, como todos le decíamos de cariño, era catedrático de la facultad de Ingeniería Industrial, siempre estaba al pendiente de todos los alumnos de la Udep. No importaba si éramos estudiantes de administración, ingeniería industrial o comunicaciones. Él siempre estaba al pendiente de cada uno de nosotros.
Creo que para él éramos como sus hijos. Siempre estuvo preocupado y ocupado por mejorar la formación humana y académica de cada uno de los alumnos, de cada uno de los udepinos.
Recuerdo que en el 80, una vez me preguntó: ¿Por qué el Salvador está en guerra civil?. Como estudiante de periodismo tenía que estar enterado y darle una respuesta clara, rotunda y concisa; pero hice todo lo contario. Me quedé callado, no supe que decirle, y él tiernamente como un padre, y con su clásica sonrisa abierta y sincera, me dijo: Si vas a ser periodista tienes que leer.
Esas palabras para mí más que un regaño, más que una llamada de atención, fueron un sabio consejo, que me motivo a leer y a saber que es lo que pasaba a mi alrededor y el resto del mundo. Pues ese año recién había ingresado a la facultad de comunicación  y si quería ser periodista, pues simplemente tenía que leer y leer mucho.
Don Rafa, pese a todos sus títulos, era un hombre sencillo, abierto, que sabía reírse de sí mismo. Como aquella vez que nos contó la siguiente anécdota: El narraba que como español lo habían mandado a ser su servicio militar en Marruecos, en el norte de África. Decía que en esa ocasión cuando le tocó hacer guardia, vio a un perro que se le acercaba con cara de pocos amigos.  Comentó que por un momentó pensó que el perro se le acercaba para morderlo, pero al llegar a su lado, el perro simplemente levantó la pata, lo orinó en la pierna y se alejó mirando de cuando en cuando hacia atrás como si se burlara de él.
Don Rafa contaba esta anécdota con tal precisión y con tal mímica que a todos nos hacía reír a carcajadas y mucho más viéndole a él como se reía de lo que le había ocurrido. 
Así era don Rafa un hombre sabio y sencillo. Siempre estaba alegre y parecía que nunca perdía la calma, ni la sonrisa. 
En otra oportunidad nos contó un chiste sobre el papa Pablo VI. Decía que el secretario del estado vaticano se acercó a Pablo VI para decirle: -Su santidad ya llegaron unos greñudos, que dicen venir de Liverpool- . Entonces el papa respondió. - No ves que estoy escribiendo, no tengo tiempo para recibirlos-. Pero el secretatio de estado insistió agregando: - Su santidad esos greñudos acaban de donar un millón de libras esterlinas al vaticano-. En ese momento, don Rafa personificando al papa se ponía de pie, comenzaba a bailar y chasqueando los dedos cantaba: - "No los hagamos esperar, ye..ye..ye..."
Don Rafa era así y así lo recuerdo y lo recordaré siempre como catalán, como un hombre sabio, culto, sencillo, alegre, sin ninguna chispa de soberbia, ni arrogancia. 
Don Rafa amaba su carrera, amaba su universidad y nos enseñó a amar el estudio, amar a nuestra profesión, a amar la vida; nos enseño a reír y a reirnos de nosotros mismos.
En otra ocasión don Rafa a un grupo de estudiantes nos decía que: "Morirse joven es un lujo, que no nos podemos dar". El decía: "Hay que morirse viejos, bien viejos y exprimidos como un limón". 
Y desde acá, desde mi segunda patria, desde mi México querido, pienso que así es como murió él, así exprimido como un limón a sus  82 años de edad. 
Descanse en paz don Rafa, usted vivirá por siempre en nuestros corazones y nuestros recuerdos. Dios lo tenga en su gloria.

LLUEVE EN EL DESIERTO PIURANO

El día martes 2 de abril del presente año cayó una torrencial lluvia sobre la ciudad de  La Plata, Buenos Aires, Argentina, que dejó un saldo de 56 muertos y miles de damnificados.
En ese instante me acordé del fenómeno del niño que casi destruye todo el departamento de Piura el año 83, cuando yo tenía 22 años y era estudiante de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Piura (UDEP).
Aún recuerdo con mucha claridad como en los meses de octubre y noviembre del 82, las frías aguas del mar de Pimentel comenzaron a calentarse.
Era increíble sentir  en el cuerpo semidesnudo que el agua fría de Pimentel, bañada por la corriente de Humboldt, estuviera tibia como las aguas del caribe y de Acapulco.
En esos días, a finales del 82, tenía 21 años  y con los amigos de la Obra -cada vez que regresabamos de Piura a Chiclayo, para visitar a nuestros padres-, íbamos a jugar fútbol al balneario más importante del departamento de Lambayeque.
Max Maeda, Toño Onofre, Pitín Onofre, Quique Huidobro, César Tiparra, Carlos Tirado, Heder Huamán, etc. fuímos testigos de como las frías aguas de Pimentel estaban tibias, estaban calientitas; no eran las mismas de siempre y nunca nos imaginamos lo que estaba a punto de ocurrir en el norte de nuestro país.
Las aguas de Pimentel nos estaban avisando que algo muy extraño y catastrófico estaba por ocurrir en la zona desértica del norte peruano; pero nadie supo interpretar lo que el mar de Pimentel nos estaba anunciando. 
Hasta que el 26 de diciembre de 1982 comenzaron a caer las primeras lluvias torrenciales sobre el departamento de Piura.
Apenas había salido de vacaciones. Apenas habia terminado el año universitario y como todos los años había  regresado a Chiclayo a pasar la navidad con mis padres, cuando un día después de la Navidad, los noticieros y los periódicos locales comenzaron a informar sobre las primeras lluvias torrenciales en Piura.

                          
LLOVÍA EN EL DESIERTO 
La verdad, personalmente, no lo podía creer. Nadie lo podía creer. Estaba lloviendo en el desierto piurano. En el desierto piurano, en el desierto del norte del Perú, donde las típicas viviendas son de barro, quincha y adobe.
Una cosa es que lloviera en la sierra, en los andes donde la población andina está acostumbrada a las intensas lluvias con rayos, truenos y relámpagos. Y otra cosa es que lloviera sobre la costa norteña peruana, sobre el desierto piurano, sobre el desierto de Sechura. Y llovía con la misma intensidad con la que llueve en los andes.
Sobre las arenas piuranas caían enormes cantidades de agua, acompañadas de espeluznantes rayos, truenos y centellas que parecía que el cielo se nos venía abajo.
Yo conocía los andes. Había estado en Cajamarca cuando tenía trece años; pero nunca estuve en la sierra en epoca de lluvia. Así que junto a las arenas piuranas conocí, sentí y pude ver por  primera vez un rayo, un trueno, un relámpago y era como si el cielo nos cayera encima, como si el cielo quisiera tragarnos,  como si el cielo cobrara vida y quisiera matarnos de un susto.
No podía creer que en pleno desierto piurano lloviera como en la sierra, la selva o como en cualquier clima tropical.
No podía creer lo que estabamos viendo desde el avión que nos condujo de vuelta de Chiclayo a Piura, cuando en abril del 83 se nos acabaron las vacaciones y tuvimos que retornar a clases en la Universidad de Piura. 
Desde las ventanillas del avión podíamos observar como todo estaba inundado. No existían carretera. El agua se había tragado a la Panamericana norte.  Piura estaba incomunicado. No se podía llegar a la ciudad de don Miguel Grau por tierra. Sólo podíamos llegar a la tierra de los algarrobos por avión.  Desde las ventanillas de la nave aérea podíamos ver como el desierto piurano había perdido su color natural, ahora estaba cubierto de aguas estancadas e inmensas zonas verdosas como un monstruo verde.

LA UDEP EN MEDIO DE UN LAGO
En tanto la UDEP edificada en el desierto piurano,  estaba ahora en medio de un lago. 
Uno de los edificios se había ladeado. Se notaba como se había inclinado y entre broma y broma decíamos que si Roma tiene su torre de Pisa, nosotros teníamos nuestro pabellón ladeado.


Uno de los edificios de la UDEP inundado por el meteoro del 83

La UDEP estaba inundada, había agua por todos lados y con el agua estancada llegaron las plagas de grillos, sapos, zancudos, mosquitos, sanguijuelas  y del terrible insecto paederus irritans conocido vulgarmente por los piuranos como latigazo. 

Este el paederus irritans, más conocido como "latigazo" que azotó Piura el año 83 durante el fenomeno del niño
Este insecto atacó a más de un compañero de estudios y a miles de piuranos entre niños, hombres y mujeres,  dejándoles en la piel horribles marcas rojas como si hubieran sido sometidos a una tortura con fuertes latigazos. 



El latigazo quemaba la piel de sus víctimas al caminar sobre ellas.
EL paederus irritans al caminar por sus víctimas va dejando una sustancia toxica llamada pederina que al contacto con la piel produce dermatitis o lesiones necróticas pruriginosas de lenta cicatrización y que a su vez provocan mucha comezón.


Sin embargo y pese a todo, a las intensas lluvias, a las plagas de insectos, de ranas y al terrible latigazo, no perdimos el año universitario. 
Fue un año muy duro. No había mucha comida en Piura, estabamos comunicados con el resto del Perú sólo por vía aérea, pero pese a todo supimos superar al fenómeno del niño y pudimos acabar con éxito ese año en la universidad.

CAMBIO CLIMÁTICO 

PIURA DURANTE EL FENÓMENO DEL NIÑO
Así es, pese a todo las autoridades de la Universidad de Piura, desde el rector de aquel entonces Dr. Víctor Morales Corrales hasta los empleados de limpieza, como don Zoilo y don Agapito,  estuvieron de acuerdo en seguir trabajando y no suspender las clases del año 83.
Ese año estaba cursando el cuarto año de carrera, sólo me faltaba un año para salir de la universidad y creo hasta hoy día que el Dr. Morales tomó la decisión correcta.
Como hoy a mis 51 años también creo que el hombre blanco es el responsable del cambio climático por su desmedida ambición de poder, riqueza y su loco deseo de dominar a la naturaleza. 
Por eso creo que lo ocurrido en Argentina, el  martes 2 de abril del 2013, se puede repetir en cualquier otro momento y en cualquier otro lugar del mundo.
Los seres humanos tenemos que aprender a respetar la naturaleza, si realmente queremos que nuestro planeta siga existiendo,
Pero si queremos ser como dioses, la naturaleza nos seguirá pasando la factura y como siempre los más perjudicados serán los que menos tienen, como siempre las víctimas serán los más pobres, los olvidados del planeta.

El desierto piurano bajo el agua durante el fenómeno del niño de 1982-1983