Garabatos de un caminante

Garabatos de un caminante
Apizaco, Tlaxacala, México

viernes, 13 de marzo de 2020

PUEBLA: DESDE SU ESTELA

miércoles, 11 de marzo de 2020

LA ESTELA DE PUEBLA, MÉXICO

martes, 10 de marzo de 2020

LAS HERMOSAS BANCAS DE ATLIXCO, PUEBLA

lunes, 9 de marzo de 2020

domingo, 8 de marzo de 2020

A TI MUJER TE PIDO PERDÓN

domingo, 1 de marzo de 2020

"EXORCIZARON A MI HIJA Y AHORA VE A LAS ALMAS EN PENA"

Hace unos días fui a visitar a una clienta en Los Reyes, La Paz. Uno de los 125 municipios que tiene el Estado de México, en el centro de la República Mexicana.
Su nombre me lo reservo, pero vive cerca del canal que cruza el oriente del Estado de México y parte de la capital azteca.
Era una mujer seria. Adusta.  Seca y siempre respondía con un sí o con un no. Si decía sí,  le surtía rápidamente y con la misma velocidad que le entregaba la mercancía me pagaba y nos despedíamos, sin entrar en por menores, hasta la próxima visita. Si no necesitaba nada, un no era su suficiente para seguir mi camino como había llegado. Con ella nunca entraba en detalles, ni platicábamos de cómo estaban las ventas como lo hacía con otros clientes.
Sin embargo esta tarde me sorprendió. Me recibió con una sonrisa suave, dulce y su rostro ya no era el mismo de siempre. Se veía en paz, regocijante y tenía un brillo especial en los ojos. Me llamó tanto la atención que hasta me gustó su sonrisa. Era una sonrisa sincera. Una sonrisa que iluminaba su rostro y la rejuvenecía unos diez años. Me sorprendió tanto que ni siquiera le pregunté nada. No hice la clásica y tonta pregunta de siempre. Y fue ella la que habló y me devolvió en sí. Comenzó a pedir una y otra cosa como si todo le hiciera mucha falta. 
Estaba asombrado y mi asombro iba creciendo cada vez más y aumentó mucho más,  cuando llegó una señora con su hija y me pidió que orientara a la niña a comprar los artículos de papelería necesarios para hacer la tarea.
Así,satisfecha la pequeña y su madre se retiraron contentas y yo me sentí complacido.  
Estaba tan ufano que no me di cuenta que la tarde estaba cayendo. Con el horario de invierno el valle de México oscurece a las dieciocho horas y las calles se van quedando solas. Todo el mundo se mete a sus casas. Nadie quiere exponerse ni al frío ni a la delincuencia, que azotan el país. Entonces pensé en cobrar y seguir mi ruta visitando otros clientes hasta las 7 de la noche, pero en ese momento la señora del nuevo rostro, del ahora rostro dulce y afable, apuntando sus ojos a los míos, me dijo: - Usted es Carlos Trejo, verdad.
(Carlos Trejo es un escritor mexicano que en la década de los 90 publico un libro sobre hechos paranormales titulado "Cañitas", la casa más embrujada de México).
Me sentí halagado, por confundirme con el cazafantasmas más famoso del país, pero rápido le aclaré que yo no soy Trejo, si no Cabrejos, Carlos Cabrejos.
Entonces de inmediato comentó:- Pero usted es el que escribe la revista de Leyendas y Mitos,
Respondí: Sí, yo soy el editor de la Revista Literaria. (Mi revista sirve como material didáctico para las tareas de primaria y secundaria).
Y a la velocidad de un jugador de pin-pon, me sacó de onda cuando me preguntö: -¿Usted cree en todo eso que escribe?
Antes de darle mi segunda respuesta, miré a la cabina de mi camioneta y vi a mi padre con sus 90 años, sus lentes oscuros para ocultar su ceguera, su cabello, su bigote y su barba blanca y pensé tan rápido como en una película: -Cómo no voy a creer en  en esas historias, si desde pequeño mis padres me narraban cuentos de fantasmas, aparecidos, muertos y demonios. Es más, cómo no iba creer en una vida extrasensorial, si cuando llevé teología, el cura Ugarte, decía que el demonio se manifiesta a través de muchas formas-.
Entonces, muy sobrio le contesté:- Claro que creo, señora. Creo en Dios, creo que el diablo existe y en las manifestaciones del más allá.
Sin pelos en la lengua, sin quitarme su mirada penetrante de encima soltó la sopa caliente sin ningún freno: - Acá en mi casa exorcizaron a mi hija.
Me quedé frío. Nunca pensé que fuera a compartir algo tan terrible.  Guardé silencio. La dejé hablar mientras iba oscureciendo y las luces pálidas de la calle se encendieron.
"Así como me escucha, señor Carlos, acá en mi casa exorcizaron a mi hija.
Antes de que pasara eso yo no creía en nada de esas cosas, pensaba que eran cuentos para asustar a los chamacos;  pero acá un muerto se apoderó del alma de mi hija.
Mi hija es estudiante de odontología de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y le pidieron un cráneo humano para estudiar. Fuimos a buscar el cráneo al cementerio que está cerca de acá, allá en San Agustín, Chimalhuacán, donde un señor nos dijo que tenía uno en buen estado y lo compramos, lo trajimos a la casa y yo le di una lavadita más con cloro y luego lo puse en la recámara de hija, en el centro de su librero.
Mi hija siempre ha sido muy ordenada y a mi siempre, siempre me ha gustado hacerle el quehacer de su habitación. Le limpio sus cosas, le tiendo su cama, le lavo y plancho su ropa todo con el fin de que ella tenga más tiempo para estudiar. Pero desde que trajimos la
cabeza de ese muerto empezaron a suceder cosas muy raras. Primero todo estaba desordenado, todo estaba tirado, yo limpiaba y cuando llegaba mi hija se quejaba que todo estaba echo un tiradero, que todo estaba sucio. Mi hija me reclamaba y comenzamos a discutir. Nos enojábamos bien feo y a mi me dolía que mi hija me tratara como su gata. Pero las cosas no acabaron allí, pese a todo le seguía haciendo el quehacer. Mas ahora su cuarto olía bien feo, apestaba a podrido, como si hubiera una rata muerta y las peleas entre mi hija y yo eran del  diario. Ella se enojaba conmigo y yo con ella, la verdad yo creía que mi hija escondía cosas sucias en su cuarto y desordenaba todo para darme coraje. Nuestras peleas era tan frecuentes que dejamos de hablarnos y yo ya no entraba en su recámara. Mas cuando ella se iba a la universidad en su habitación se oían ruidos muy extraños, parecía que había gente hablando, otras veces decían groserías. Un día abrí la puerta para ver que pasaba y no había nadie, todo estaba en su lugar y me dio miedo. Se lo conté a mi esposo y a mi hijo y nadie me creyó. Se rieron de mí, y me dijeron que ya me estaba haciendo vieja. No sabía con quien hablar, pero los ruidos fueron más intensos y mi hija a estas alturas se veía muy mal. La notaba cansada ojerosa, más flaca  y más callada hasta que el segundo lunes de noviembre, el día de muertos, bajó de su recámara hasta la cocina y cayó a mis pies diciéndome: ¡Mamá ayúdame!...
Me asusté, me asusté mucho, no sabía que hacer con mi hija entre mis brazos. Estaba desmayada. Llamé a mi esposo, la llevamos al medico y nos dijo que estaba anémica, que no comía bien. Mi esposo se encanijó conmigo, pero yo sentía que mi hija era otra y esa misma noche gritó bien fuerte: ¡Mamá ayúdame!...Corrimos a su recámara, ella estaba sentada sobre la cama, pero no era la misma, la recámara apestaba a podrido a muerto, y mi hija hablaba como hombre con una voz bien fea maldiciendo y diciendo un montón de blasfemias y groserías. Mi esposo la quiso agarrar y lo tiró de un manotazo. La misma suerte corrió mi hijo cuando intentó sujetarla. No podíamos con ella y las cosas en el cuarto comenzaron a volar de un lado a otro. Mi  esposo no sabía que hacer, solo pensamos en mi hermana y mi hijo en la madrugada fue por ella. Mi hermana vino con su marido y entre mi cuñado, mi hijo y mi esposo la pudieron sujetar y amarrar a la cama. Mi hermana, que es creyente, me dijo que eso no era cosa de Dios, sino del diablo y que teníamos que ir por el cura de la iglesia. Así mientras mi hermana y su marido rezaban, esperamos que amaneciera. Se dieron las nueve de la mañana y mi esposo y mi hijo fueron por el sacerdote. El cura vino a verla, pero nos dijo que necesitaba consultarlo con sus superiores, Nos pidió un día y se marchó. Al irse el cura mi hija despertó y las cosas se pusieron mucho peor. Gritaba que nos iba a matar a todos. Era como volver a ver la película del exorcista y yo sólo lloraba, mientas mi esposo, mi cuñado y mi hijo le apretaban más las amarras. Entonces mi hermana me dijo; - Conozco a una señora que es rezadora, es carismática y adora al Espíritu Santo-. Con la cara bañada por el llanto le dije ve por ella hermanita, ayúdame a salvar a mi hija. 
Así en tanto mi hermana iba por la rezadora, más parientes fueron llegando a la casa y no podían creer lo que estaban viendo. 
Al llegar la rezadora vio a mi hija y me dijo: Su hija está poseída, así que quiero que todos los débiles se retiren de la recámara y los más fuertes de espíritu se queden conmigo vamos a orar para salvar el alma de su niña.
Los más débiles de espíritu se fueron a hacer oración en la sala de la casa, mientras en la recámara nos quedamos mi esposo, mi hijo, mi cuñado, mi hermana, la rezadora y un señor muy alto, muy fuerte y muy callado. Nunca le escuché decir ni una palabra. Sólo estaba parado como un poste al lado de la mujer rezadora.
Todos teníamos miedo en especial, yo; pero al ver a la rezadora acercarse a mi hija con una figura imponente me sentí más segura y creo que los demás también. Mi hija con ojos de maldad miraba a la rezadora que con una voz imponente y sin titubear preguntó con todas sus fuerzas: ¿Quién eres tú? ¿Cómo te llamas?....Mi hija con una voz de hombre le respondió con groserías: ¡Vete a la chingada, vieja puta!.... Entonces, la acólita del Espíritu Santo sin ningún temor le lanzó dos tremendas cachetadas a mi hija. Le pegó con todas sus fuerzas que sus golpes retumbaron en toda la habitación y gritó: ¡A mí no me hables así, cabrón!...En el acto le colocó una cruz de plata en la frente. Mi hija gritaba: Me quema!...¡Me quema!...Y la rezadora volvió a preguntar: ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?....
Mi hija atada fuertemente a la cama se retorcía de dolor, la cruz en la frente le quemaba, pero no decía su nombre y la rezadora ordenó: ¡En el nombre de Cristo, Jesús, de mi padre Dios y del Espíritu Santo dime tu nombre, cabrón!...¡Dime tu nombre, cabrón!....
Entonces mi hija retorciéndose en la cama comenzó a responder con una voz grave y un aliento apestoso: ¡Vieja cabrona, hija de la chingada mi nombre es José!....¡Me llamo José!...
Le rezadora, sin miedo y  con más fuerza, gritando a todo pulmón le increpó: ¿Qué haces aquí? ¿Por qué has venido a chingar en el cuerpo de esta muchacha? ¿Qué carajos quieres?
En ese momento el tal José respondió llenando mi alma de mucha tristeza: ¡Me mataron, chingada madre..Me mataron, chingada madre...  Y como la misma mierda me arrojaron al canal....¡Hijos de puta!...Ningún hijo de la chingada se acordó de mí...Ningún cabrón rezó por mí...
La rezadora más relajada le quitó la cruz de plata de la frente y con voz más suave como si fuera su madre le pidió: ¡Sal del cuerpo de esta niña!...¡Déjala en paz!...Y te prometo que haré una misa por el descanso de tu alma y un novenario para que Dios nuestro Señor se acuerde de ti y le de paz eterna a tu espíritu atormentado!... 
En ese instante el rostro horrible de mi hija cambió, volvió a la normalidad y mi hijo corrió a abrazarla, pero el hombre grande lo detuvo con fuerza y la mujer de oración dijo dirigiéndose a mi hijo: ¡Aún no muchacho!....Espera, este cabrón aún no se ha ido....Y en el acto gritó con la misma fuerza del principio: ¡Vete, cabrón!...¡Sal del cuerpo de esta niña!...¡Te juro que cumpliré mi palabra!...¡Haré una misa y un novenario en tu nombre!---¡Abandona a esta muchacha!...¡Abandónala ya, cabrón!....En  ese instante un viento helado corrió por toda la habitación, las cosas temblaron y un grito horrible salió de la boca de mi hija....Segundos después mi hija era la misma de siempre...Nos abrazamos, lloramos,reímos y volvimos a llorar...Y la rezadora antes de salir me dijo: Rece por el alma de José y por todas las almas del purgatorio....Dicho eso se marchó con el hombre grande que caminaba atrás de ella cuidando su espalda.
Mi hija volvió  a ser la misma, pero ahora tiene un don puede ver a las almas en pena y ora por ellas.




 



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