Karol Quintero deTv. Azteca y yo durante la Feria del libro y la Rosa
en el Centro Cultural de la Universidada Nacional Autónoma de México (UNAM), el pasado 14 de abril del presente año.
Hubiese querido escribir estas lineas con mucha alegría; pero no es así. Una profunda tristeza invade todo mi ser hasta lo más profundo de mi alma.
Ayer en la noche un asaltante intentó apuñalar a mi hija, Licha. Sus gritos de terror llamaron la atención de unos "ángeles" que corrieron en su auxilio y la defendieron de ese maldito y malnacido agresor.
No he visto el rostro del Señor Martí, ni del señor Sicilia; pero en este momento de dolor, no sé porque vino a mí mente la imagen del señor Oscar Retto, el viejo fotógrafo de los diarios: LaRepública, La Prensa y Ultima Hora, si no me equivoco.
En La Prensa, el 26 de enero de 1983, me encontraba realizando mis practicas profesionales como periodista en la sección policial. Cuando esa tarde en la sala de redacción anunciaron que 8 perioditas habían sido asesinados en Uchuraccay, en la puna de la provincia de Huanta, Ayacucho.
Los jefes de la sección policial: Méndez y el gordo Gamarra, estaban deconcertados. Toda la sala estaba indignidad, en sus rostros se veía la tristeza, el llanto, el dolor; pero no me puedo quitar de mi mente la expresión del señor Oscar Retto, padre de Willy Retto, periodista del Observador, quien fue una de las víctimas de Uchuraccay.
La cara del señor Retto era la imagen viva de la desolación. Su rostro con su fino bigote a la usanza de los años 50, era la expresión pura del dolor y el desconsuelo.
Al cabo de un año, el diario La Prensa y su hermano menor Úlltima Hora quebraron. Cerraron para siempre.
Sólo don Carlitos el viejo portero, con su cigarrillo negro en la mano derecha, se quedó cuidando la puerta de entrada del antiguo edificio del jirón de la Unión, donde años antes había existido uno de los diarios más importantes de mi país y la famosa escuelita de periodismo de La Prensa. Yo aún pude leer el manual de periodismo de la vieja escuela de don Pedro Beltrán, gracias a mi amigo Javier Cabrera. Él me lo prestó. Y al acabar de leerlo se lo devolví.
Yo empecé a trabajar profesionalmente en el diario Expreso en 1985 gracias a Javier (luego se los contaré), y cada vez que en la calle, en comisión periodística, me encontraba con el señor Oscar Retto era la misma imagen, la misma expresión de dolor que vi en aquel miércoles negro.
Después, cuando ingresé a las filas del diario OJO y Sendero Luminoso seguía en todo su apogeo, y cuando Belaúnde estaba a punto de dejar el poder y cuando Vargas LLosa, quien presidió la comisión investigadora del caso Uchuraccay, aceptó la versión oficial del las Fuerzas Armadas del Perú, quienes decían que los comuneros de la puna por su falta de civilización y cultura habían acabado a pedradas con la vida de los periodistas confundiéndoles con "terrositas", y cuando empezó el juicio de los presuntos "asesinos" y toda la pantomima se llevó a acabo en quechua, porque los culpables decían que no hablaban español; y cuando los escuché hablando español entre ellos en los pasillos del segundo piso del Palacio de Justicia de Lima, y ví en esas circunstancias el rostro del señor Retto, ese rostro era el mismo que tenía el miércoles 26 de enero de 1983.
Ese rostro que no he podido olvidar hasta ahora, ese rostro de dolor ayer se iba a encarnar en mí si mataban a mi Licha. Porque el señor Retto a partir de la muerte de Willy no fue el mismo, y creo que si le pasara algo mi hija yo tampoco lo sería.
Y en esas fechas de dolor y desconciertó que enlutó a todo el periodismo peruano e internacional, en la soledad de mi cuarto, le pregunté a Dios ¿Qué es la vida, Señor?. Y hoy después de 28 años, después de haber estado compartiedo con alegría mis poemas en el Centro Cultural UNAM,en Tepito y Azcapotzalco, le vuelvo a preguntar a Dios, se lo vuelvo a gritar: ¿Qué es la vida, Señor?.
Y vuelvo a escribir mi poema, mi poema... Tratando de hallar una respuesta a tanta violencia que amargó para siempre al señor Retto y a miles de peruanos que sólo queríamos un poco de paz, un poco de alegría, un lugar donde estar, un país para vivir...
Hoy a gritos se lo vuelvo a preguntar ¿Qué es la vida, Señor?...
Pero, mejor bajo la cabeza, me arrodillo y le doy gracias, porque gracias a esos "ángeles" mi hija está viva, está bien, sólo asustada y agradecida con las personas de bien que le salvaron la vida. Y hoy también me digo y me repito, para no perder la fe: Todavía hay mucha gente buena en México, todavía hay "angeles" que salvaron la vida de mi hija de las navajas de la delincuencia.
Y hoy también le preguntó a Dios: ¿Hasta cuando se detendrá esta violencia?
¿Hasta cuando seguiremos viviendo con miedo?
¿Hasta cuando..?
Yo no lo sé.
Dios dame una respuesta.
Necesito respuestas...
ANDUSHINI
¿Nacu shividani?
¿Amameda cuda: cacuda, cuanuda, cacuda sacuda?
¿Amameda amamenida cuda cuninudameda?
¿Nacu shividani?
¿Amameda cuda é ñulli?
¿Amache guani nacu sanadani quii shi chiee?
Chani tushavini neequi:
Sheguaa iyo shanani danyu cudavi shanani,
cudavi shanani sheguaa iyo shanani,
shee dunsheda shitu.,
she shitu sandu dunsheda,
shee shicudiqui sacutini
sacutini shee shicuduqui,
shee challida tushi shañani,
tushi shañani shee chollida
saquida sacuada,
sacuada squida
shee ñuiniñadashi dandu sheee shoshiña shi
shee shoshiñada shi dandu shee ñuiniñadashi
¿Nacu ñulli Tata?
¿Amameda amanida cudiquida?
¿E vico? ¿E circo?
Dun nacu dida nacusa shi chie
Dida nacusa lli ñulli, laqui e cuñu
¿
¿Amameda meni cuni shi dinanu cuni shi shahee?
¡Cachitoni!
¿Nacu ñulli, Tata?
Traducido por mi esposa Juana Jiménez en 1990