Frank Lambarri era un pata con ángel. Caía bien en cuanto uno lo conocía. Era muy alto, casi tan alto como el presidente de turno en ese momento, Alán García. De rostro alargado, cabello lacio y bigote castaño parecía un personaje shakespeariano. Siempre vestía con un saco sport color marrón de gamusa, una camisa de cuadros rojos, pantalón de mezclilla y zapatos café claros. Le gustaba conversar sobretodo de temas oscuros como de los agentes de la CIA, la KGB y la Mossad que actuaban encubiertos en la capital.
También le gustaba conversar como los agentes de inteligencia de la fuerzas policiales y de las fuerzas armadas del Perú se vestían de mendigos, de barrenderos, de lustrabotas, etc. etc, para recabar información en lima limón.
Y de cómo para los agentes de esas agencias internacionales, y de la policía y de las fuerzas armadas, locales era difícil infiltrarse en Sendero Luminoso porque estos utilizaban niños como espías.
Frank estaba bien loco con estos temas y, creo que, yo incendiaba más su imaginación porque le conté que una vez en el Aereopuerto Internacional Jorge Chávez vi de pura chiripa a unos cubanos y uno de ellos estaba revisando una cámara Minox de 8 milímitros. En cuanto lo ví el cubano la escondió y con su séquito siguieron paseando por el dutty free del lugar.
Así nos pasábamos horas alucinando como trabajaban los espías en Lima. Ese tipo de temas nos acercaba y finalmente acabamos hablando de como don Isaac felipe Montoro se había disfrazado de pordiosero para escribir su famoso libro "Yo fui Mendigo", allá por 1965.
Mas la primera vez que lo conocí fue en la antigua Sala de Prensa de la Prefectura de Lima ubicada en la avenida España, a donde acudía todas las mañanas para revisar las partes informativas que publicaban las oficinas de Relaciones Públicas de la Guardia Civil (GC) y de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP). La Guardia Republicana no tenía sala de prensa ellos se encargaban de custodiar el edificio gris de la Av. España.
Sólo la GC y la PIP tenían su propia sala de prensa. La de la GC era la primera que visitabamos. Ya la conocía bien pues allí había acudido cada mañana cuando era practicante de periodismo en el diario "La Prensa".
No había cambiado mucho desde la última vez que la visité. Continuaba siendo un cuarto austero, sin ventanas, con paredes altas y una entrada flaca y alta, con sus puertas de madera color gris que permitían la generosa entrada de luz natural. En medio de la sala una mesa de madera cubierta por un mantel verde oscuro, con un protector de plástico. Y sobre la mesa unos folderes forrados con papel azul y plástico, con sus broches de latón aseguraban las notas informativas de la Guardia Civil.
Las notas estaban escritas en papel muy delgado, en papel arroz o copia; estaban hechas al vapor en máquina de escribir y eran un resumen de los hechos policiales del día anterior. Eran un resumen de la actividad de la GC en Lima y sus provincias. Hablaban de intervenciones, de detenciones, de acidentes de tránsito, choques, asesinatos, violaciones, incendios, robos y a partir de 1980 de la actividad terrorista en la capital, etc.
Eran notas que uno como periodista tenía que darle seguimiento o ir a verificar, caso contrario caíamos en lo que Don Guillermo Córtez Núñez llamaba: "el periodismo burócrata y aburguesado".
Porque era fácil tomar esas informaciones y con un poco de imaginación darles vida y crear un cuento policiaco.
La Guardia Republicana se encargaba de darle seguridad al edificio del Prefecto de Lima, que a partir del 28 de Julio de 1985 fue Jorge del Castillo, amigo y compañero aprista del presidente Alán García, quien gobernó el país en dos períodos de 1985 a 1990 y del 2006 al 2011.
La GR no tenía una sala de prensa como la GC. Así que en las pequeñas escalinatas, que conducían a las oficinas del Prefecto limeño, en 1985, hablabamos directamente con un capitán chaparrón de bigote negro, quien presumía de haber estado en la sierra combatiendo a Sendero Luminoso y cómo de un tiro en la cabeza mataban a los senderistas capturados que se negaban a cantar el Himno Nacional o a gritar ¡Viva el Perú, carajo!... El oficial GR decía: "...matábamos hasta chiquillos que estaban envenenados con la ideología de Abimael Guzman". (Como se sabe por el informe de DESCO durante la guerra contra la insurgencia el 12 % de los muertos de SL fueron menores de edad. Para Sendero Luminoso lo niños representaban una reserva humana de combatientes. Si eran menores de 11 años los utilizaban como espías, a partir de los 12 años los entrenaban para el combate y les enseñaban el uso y manejo de armas, de lanzas, hondas y la fabricación de bombas caseras)
Ese mismo capitán GR, cuyo nombre no recuerdo, era quien decía que más miedo le tenía al Movimiento Revolucionario "Tupac Amaru" que a Sendero Luminoso. "Los marta son universitarios y profesionales. Gente pensante capaz de actuar por iniciativa propia. En cambio los senderistas son cholitos del campo, sin preparación académica...", comentaba. El republicano nos permitía el ingreso a las oficinas del Prefecto Jorge del Castillo cuando éste deseaba hablar con los periodistas o cuando daba una conferencia de Prensa.
Así conocí al actual congresista del Partido Aprista Peruano que desde su buró nos quería decir como realizar nuestra labor periodística como si tratara con "niños".
Jamás me gustaron ese tipo de personas que piensan que pueden disponer del ejercicio periodístico y de los hombres de prensa a su antojo. Y una tarde cuando nos citó a todos los reporteros policiacos e intentaba influir en nuestro trabajo lo encaré, ante el asombro de todos mis colegas, recordándole que "... los periodistas y los periódicos somos independientes en el ejercicio de nuestra labor informativa".
La sala de prensa de la PIP estaba en los corredores del ala izquierda de la Prefectura donde se hallaban la Dirección Contra el Terrorismo, Homicidios, Robos, Estafas, etc.
Era una oficina pequeña con una puerta gris, una ventana, persianas, paredes verdes, un escritorio y de vez en cuando una agente PIP, se encargaba de proporcionarnos las notas de prensa sobre las investigaciones y sucesos del día anterior.
A mí no me gustaba mucho el ambiente de la prefectura. Todos los colegas compartían sus notas y eso me parecía poco profesional o será que siempre he sido un solitario y nunca supe trabajar en equipo, ni en la escuela, ni en la universidad. Yo prefería siempre trabajar solo y seguir mis propios casos visitando la morgue, las salas de emergencia de los diferentes hospitales de la capirucha y las calles de Lima que siempre eran la materia prima principal para los periodistas solitarios como yo. Sin embargo, uno tenía que ir a aquel lúgubre lugar más por obligación que por devoción.
Así fue como un día conocí al flaco Lambarri, quien por esas fechas trabajaba como reportero policial del diario Hoy. Un periódico dirigido por Víctor Tirado, chiclayano aprista, tío de unos amigos de la secundaria y conocido de mi tío Manolo, viejo orador del partido de Víctor Raúl Haya de la Torre.
El diario Hoy en esos momentos era un diario oficialista, subsidiado por la publicidad estatal. Ahora los papeles se habían invertido, Expreso ahora estaba en la oposición, pero su política de no darle publicidad a los actos de terrorismo y a los terroritas continuaba. Por ejemplo, mientras el diaro La República explotaba un atentado terrorista con fotografías a toda página, grandes titulares a ocho columnas y metros y metros de información escrita; en Expreso sólo escribíamos un máximo de una cuartilla y media que era algunas veces ilustrada por una pequeña foto de 12 por 9. (Cuando entré a trabajar en el diaro OJO fue peor. Allí sólo escribíamos 3 cuartos de carilla y el hecho tenía que ser muy grande para que nos den una cuarilla o carilla y media).
Así que yo tenía más libertad para moverme entre la nota roja ordinaria, por decirlo de alguna manera, más que estar inmerso en los atentados terroristas. La nota roja cotidiana revelaba la falta de seguridad que había en Lima en aquel entonces y la falta de organización política y policial para combatirla.
Así pude seguir algunos sucesos, como el caso de un par "señoritas" que acusaron a un grupo de marines de violación tumultuosa.
En Expreso querían saber la verdad de los hechos, llegar al fondo del incidente y me llamaron a la oficina de Don Jaime Marroquín. El jefe de informaciones me dio el caso, quería que trabajara día y noche en el tema y que averiguara todo sobre esas mujeres. Gladys Torres sonrió y mirándome directo a los ojos y con la rudeza de siempre expresó: -"Qué estás esperando. El caso es tuyo no regreses hasta que hayas terminando"-.
Este caso me hizo recordar a mi primer día en Expreso, cuando don guillermo Córtez Núñez me encomendó averiguar si algún día Carlos Gardel había pisado tierra peruana y me dio una lista de nombres a quien visitar y a quien entrevistar. Me pasé cuatro días con sus noches en las calles hasta que regresé al periódico con la nota y con el hecho de que Gardel piso tierra peruana una vez en el Aeropuerto de Arequipa cuando el avión en que viajaba rumbo a Medellín hizo una escala técnica en la ciudad blanca del Perú. La nota fue publicada el 24 de junio de 1985 y deben haber ejemplares de Expreso con esa fecha en la Hemeróteca Nacional, en Lima.
Así que esa mañana revisé los diarios de la sala de redacción de Expreso. Tomé notas y una dirección ubicada en Breña, distrito cercano al centro de Lima. Salí a la calle tomé un colepato de la línea 10 y me bajé en la avenida Alfonso Ugarte. Conocía más o menos ese distrito donde había ido a comer un sabroso Tacu-Tacu montao, con mi tío Manolo, en el restaurante de un japonés. No estaba tan perdido. Encontré la calle, la dirección y vi que era un callejón. Eran como las once de la mañana. No había nadie y la puerta vieja de madera color marrón estaba media abierta. De costado sin mover un ápice el vetusto portón ingresé sigilosamente. No se escuchaba ningún ruido, ni siquiera el bullicio de una radio o una tele. Creo que todo el mundo había salido, así que me apuré en hallar el número del interior donde se suponían vivían las denunciantes. Gracias a Dios hallé en unos segundos la vivienda, la puerta estaba abierta.... La empuje suavecito. En el interior no había ni un alma en pena. Sólo un montón de ropa de mujer tirada en el suelo. Entré. Sin tocar nada con mi lapicero en mano comencé a revisar todo hasta que encontré una credencial con fotografía tirada en el altillo de la vivienda. Era una credencial con fondo azul del mercado de Surco. Ahora tenía un nombre, una foto, una dirección, así que decidí regresar al periódico por un carro y un fotógrafo para ir al heterogéneo distrito donde convivían pobres y ricos, porque en esta época de la historia del Perú.- que tenía apenas 5 años de liberarse de la dictadura militar y ahora estaba hundida en la guerra contra el terrorismo-, no existía una verdadera clase media.
En Surco habían grandes urbanizaciones de ricos como la Higuereta, Chacarilla del Estanque, las Casuarinas, etc. donde vivían políticos, empresarios y hasta narcotraficantes como Reynaldo Rodriguez López "el Zar" de las drogas; pero nosotros no nos dirigimos a ninguna de estas colonias millonarias. Fuimos al centro de Surco donde había tanta pobreza como en el resto del país.
Allí econtramos a las "señoritas" que acusaban a los marines de violación. Como era de suponerse sólo querían dinero, ellas se dedicaban a fichar y pensaron que se les había presentado una oportunidad para ganar dinero. Pero lo único que ganaron fue enfrentarse con la justicia y su caso acabó en el Palacio de Justicia de Lima. Los acusados se marcharon del país. Mi trabajo fue publicado. Don Jaime Marroquín estaba satisfecho y Frank Lambarri llegó a Expreso y me invitó a tomar unas cervezas para celebrar la ocasión y hablar de como los periodistas muchas veces tenemos que tener vocación de espías, de investigadores para hallar la verdad.
Me parece extraordinario y hermoso poder leer como esposa de Frank lo escrito con el nombre El Flaco Lámbarri , ya que su nombre está en mi memoria y los hombres inteligentes y grandes como ustedes tiene historias. Felicitaciones Sr. Carlos Cabrejos Bocanegra.
ResponderEliminarDesde Chile Notma Evens de Lámbarri.-
Como no recordar al Flaco Frank Lambarri, es todo un personaje de la Residencial San Felipe, gran conversador de temas interesantes que podíamos estar por horas sin aburrirnos
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