Pensé que hoy no encontraría nada que evoqué en mí un recuerdo agradable hasta que hallé una nota sobre Messi y el pequeño Soufian tocando el balón, en el Barcelona.
En cuanto vi la nota deportiva mis ojos se humedecieron. Me acordé del pequeño Boris. Del nieto de la señora León, la dueña de la pensión donde vivía cuando era estudiante de comunicaciones en la Universidad de Piura.
Corría el año 1982. Era un año futbolero. Perú había clasificado al mundial de España. Teníamos un equipaso y el pequeño Boris con sus diez años, su par de muletas, sus piernas atrofiadas y una abuelita encantadora era el niño más feliz de Piura y del mundo entero.
Boris estaba supercontento, nada le impedía "correr" rápido y gritar con la voz de un niño víctima de la parálisis cerebral: ¡Perú!...¡Perú!...¡Perú!...
Perú estaba en el mundial y Boris sólo quería jugar fútbol.
Martín Mares, Jorge Barriga, Enrique Villalobos Gargurevich y yo lo veíamos gritar con tanta alegría, lo veíamos como organizaba a sus primos, a sus tíos - en especial a Balto que tanto lo quería- y en unos minutos formaba dos equipos y en medio de la calle, frente a la casa de la señora León, en la urbanización Santa Isabel, se armaba el partido.
Boris en el arco formado con dos piedras, con dos chungos, gritaba con su balbuceante voz: "Yo tapo... yo soy Quiroga...Yo soy Quiroga"...
Boris admiraba al loco Quiroga, al argentino que se naturalizó peruano y tapaba para el Sporting Cristal.
De par en par, el pequeño Boris, cubría con sus muletas la portería y con sus muletas usándolas como bastones de hockey cortaba el avance peligroso del equipo rival.
Sus primos se enojaban porque los marcaba con las muletas o porque les anulaba un gol gritando con dificultad, pero con pasión y firmeza : "¡Fuera de lugar!"....¡Fuera de lugar"...
Martín Mares, hoy ingeniero industrial, lo animaba gritándole: ¡Vamos, Boris!..Es tuya....Es tuya...Agarrala...La tienes....Eso es Boris...Eso es Boris...
Martín jugaba bien y cada vez que metía un gol gritaba y brincaba imitando a Maradona.
Jorge Barriga, también hoy ingeniero industrial, hablaba poco y sólo sonreía con cariño al ver como el pequeño Boris sufría cuando le metian un gol.
Enrique, hoy admnistrador de empresas, con sus dientes blancos y su piel morena admiraba al pequeño Boris y le decía: ¡Bien, Boris... ¡Bien...!...
Pero no faltaba el maloso Martín, el nieto mayor de la señora León. El más engreído de todos los nietos, quien iba directo contra el pequeño Boris y de una patada en las muletas lo tiraba al suelo. Pero ni ese tipo de faltas mermaban el espiritu valiente y corajudo del pequeño Boris. Al contrario entre lágrimas y soportando el dolor como un valiente, sacando fuerzas de flaqueza, tomaba otra vez su muleta, se ponía de pie y gritaba: ¡Faul!...¡Faul!....¡Tiro libre!...¡Yo lo pateo!....¡Yo lo pateo!... (Ninguno de nosotros le ayudaba a pararse. Era un valiente)
Y antes que los ánimos se sigan calentando, llegaba la señora León para ponerle punto final al partido diciendo: "¡Ya está lo comida!...Todos a almorzar..." O en otras ocasiones: " Te habla tu papá Boris. Ya se van..."
Creo que la abuelita tenía el tiempo medido para que la sangre no llegue al río, porque la pichanguita se ponía buena y los fauls de Martín enardecían a la caballería.
El pequeño Boris como todos los niños se aferraba a seguir jugando, ya no importaba quien iba ganando o quien iba perdiendo, él quería seguir jugando; pero la abuelita lo convencía, como hacen las abuelitas, con la esperanza de jugar el siguiente domingo con todos sus primos y los amigos de la pensión.
Yo en silencio lo contemplaba. Me hacía recordar aquellos momentos tan felices que pasé con mi abuelita Zoila, la mamá de mi papá.
Ahora comprendo que el pequeño Boris fue para mí una lección de vida, de caerse y levantarse, empezar y recomenzar, de entrega, de constancia, de valor, de coraje y perseverancia; porque él, a pesar de sus muletas, practicaba lo que le gustaba, practicaba lo que quería. Jugaba fútbol. Y jugaba cada partido como si jugara la final de la copa mundial.
Gracias pequeño Boris nos enseñaste a vivir con entrega y pasión.
En cuanto vi la nota deportiva mis ojos se humedecieron. Me acordé del pequeño Boris. Del nieto de la señora León, la dueña de la pensión donde vivía cuando era estudiante de comunicaciones en la Universidad de Piura.
Corría el año 1982. Era un año futbolero. Perú había clasificado al mundial de España. Teníamos un equipaso y el pequeño Boris con sus diez años, su par de muletas, sus piernas atrofiadas y una abuelita encantadora era el niño más feliz de Piura y del mundo entero.
Boris estaba supercontento, nada le impedía "correr" rápido y gritar con la voz de un niño víctima de la parálisis cerebral: ¡Perú!...¡Perú!...¡Perú!...
Perú estaba en el mundial y Boris sólo quería jugar fútbol.
Martín Mares, Jorge Barriga, Enrique Villalobos Gargurevich y yo lo veíamos gritar con tanta alegría, lo veíamos como organizaba a sus primos, a sus tíos - en especial a Balto que tanto lo quería- y en unos minutos formaba dos equipos y en medio de la calle, frente a la casa de la señora León, en la urbanización Santa Isabel, se armaba el partido.
Boris en el arco formado con dos piedras, con dos chungos, gritaba con su balbuceante voz: "Yo tapo... yo soy Quiroga...Yo soy Quiroga"...
Boris admiraba al loco Quiroga, al argentino que se naturalizó peruano y tapaba para el Sporting Cristal.
De par en par, el pequeño Boris, cubría con sus muletas la portería y con sus muletas usándolas como bastones de hockey cortaba el avance peligroso del equipo rival.
Sus primos se enojaban porque los marcaba con las muletas o porque les anulaba un gol gritando con dificultad, pero con pasión y firmeza : "¡Fuera de lugar!"....¡Fuera de lugar"...
Martín Mares, hoy ingeniero industrial, lo animaba gritándole: ¡Vamos, Boris!..Es tuya....Es tuya...Agarrala...La tienes....Eso es Boris...Eso es Boris...
Martín jugaba bien y cada vez que metía un gol gritaba y brincaba imitando a Maradona.
Jorge Barriga, también hoy ingeniero industrial, hablaba poco y sólo sonreía con cariño al ver como el pequeño Boris sufría cuando le metian un gol.
Enrique, hoy admnistrador de empresas, con sus dientes blancos y su piel morena admiraba al pequeño Boris y le decía: ¡Bien, Boris... ¡Bien...!...
Pero no faltaba el maloso Martín, el nieto mayor de la señora León. El más engreído de todos los nietos, quien iba directo contra el pequeño Boris y de una patada en las muletas lo tiraba al suelo. Pero ni ese tipo de faltas mermaban el espiritu valiente y corajudo del pequeño Boris. Al contrario entre lágrimas y soportando el dolor como un valiente, sacando fuerzas de flaqueza, tomaba otra vez su muleta, se ponía de pie y gritaba: ¡Faul!...¡Faul!....¡Tiro libre!...¡Yo lo pateo!....¡Yo lo pateo!... (Ninguno de nosotros le ayudaba a pararse. Era un valiente)
Y antes que los ánimos se sigan calentando, llegaba la señora León para ponerle punto final al partido diciendo: "¡Ya está lo comida!...Todos a almorzar..." O en otras ocasiones: " Te habla tu papá Boris. Ya se van..."
Creo que la abuelita tenía el tiempo medido para que la sangre no llegue al río, porque la pichanguita se ponía buena y los fauls de Martín enardecían a la caballería.
El pequeño Boris como todos los niños se aferraba a seguir jugando, ya no importaba quien iba ganando o quien iba perdiendo, él quería seguir jugando; pero la abuelita lo convencía, como hacen las abuelitas, con la esperanza de jugar el siguiente domingo con todos sus primos y los amigos de la pensión.
Yo en silencio lo contemplaba. Me hacía recordar aquellos momentos tan felices que pasé con mi abuelita Zoila, la mamá de mi papá.
Ahora comprendo que el pequeño Boris fue para mí una lección de vida, de caerse y levantarse, empezar y recomenzar, de entrega, de constancia, de valor, de coraje y perseverancia; porque él, a pesar de sus muletas, practicaba lo que le gustaba, practicaba lo que quería. Jugaba fútbol. Y jugaba cada partido como si jugara la final de la copa mundial.
Gracias pequeño Boris nos enseñaste a vivir con entrega y pasión.
Carlos Enrique Cabrejos Bocanegra. México 2011
Un poema más,
ResponderEliminarun recuerdo,
una palabra,
un día,
una cara,
una vida llena de alegría.
Toda una historia reflejada en el presente,
un sentimiento escondido en lo más recondito de tu ser hoy desperto,para ser inmortalizado,
me da un gusto y un placer leer cada uno de tus poemas, dedicados con tanto cariño como lo sabes hacer.
Porque con ellos puedo imaginar el momento,
viajo en el tiempo y trato de ver esas imágenes plasmadas en este espacio, y sé que que es una sensación de admiración y coraje.
Es increíble como puedo imaginar y creer que vivi el momento tras leer estás líneas que transmiten una alegría y un sentimiento único.
Estoy feliz porque con cada poema escrito aquí aprendo día con día, a ser un ser humano sensible, inteligente y capaz de aceptar sus errores. Te agradezco cada una de las enseñanzas que me has dado y estoy orgullosa de tenerte como mi papá, porque gracias a tí hoy se valorar un amigo, una cara triste, una sonrisa, una alegría, porque gracias a tí, soy una persona constante, y centrada, porque gracias a tí, hoy vivo con el fin de aprender todo lo que sabes y con deseos de descubrir lo que no conozco, porque gracias a ti tengo sueños y metas... y sobre todo porque tu eres un cofre, mi cofre de tesoros, en donde descubro un sin fin de alegrías y enseñanzas, porque iluminas mis días con cada palabra que me dices, y porque sin ti no sé que haría.
Hoy te digo que eres el mejor y que siempre me van a gustar tus poemas, y que en cada poema se que encontraré un mensaje tuyo.
Te amo papi.
Gracias por enseñarme y darme la vida...
Yo también te quiero muchísimo, mi Licha, Lichota.
ResponderEliminarGracias por cada una de tus palabras.
También a mí me gusta como eres, como escribes, como enfrentas la vida.
Te quiero mucho, sigue remando hacia adelante y cuando te canses o sientas que ya no puedes más acuérdate del pequeño Boris, toma una vez más tus "muletas" y grita fuerte: "Faul, fue faul...Tiro libre..Yo lo pateo...Yo lo pateo..." Y sigues hacia adelante.
Te quiero.
Chao.