Garabatos de un caminante

Garabatos de un caminante
Apizaco, Tlaxacala, México

domingo, 6 de marzo de 2011

Lourdes, Alberto y yo: Amigos por siempre

Alberto, Lourdes y yo

Carlitos hoy me diste una gran sopresa. Me paré como siempre a checar los periódicos y mi correo por medio de la red. Estaba dispuesto a subir un poema sobre la familia, que escribí en la década de los 80. Pero al abrir mi correo, leer tu nombre: Carlos Morales; y al leer tu mensaje, las lágrimas corrieron por mi rostro y comencé a llorar como un niño. Maribel, la tercera de mis hijas me abrazó muy fuerte y riendo llena de emoción me dijo: ¡Papi!... ¡Es el hijo de tu amigo Alberto Morales...!. Le respondí llorando: Sí, Belita... Es el hijo de mi viejo amigo Moralitos...Mi hermano del alma, mi viejo compañero de trabajo y de aventuras. De una aventura que nos sacó del país hace más de 22 años y que aún no termina porque ambos estamos vivos y podemos seguir escribiendo un viaje de sueños y esperanzas que empezó un 30 de agosto de 1988.
Sí después de 22 años, Alberto y yo, volvemos a hacer contacto. Yo lo busqué por medio de la red desde hace 8 años y no lo pude encontrar hasta que, hoy 6 de marzo del 2011, su hijo Carlos Morales me encontró a través del facebook.
Hoy es un día muy especial para mí. Es un día de alegría. Mi amigo Alberto Morales y yo hemos hecho contacto. Dios hace milagros, sobretodo porque ayer sábado tuve una experiencia muy dolorosa.
Por mis actividades como editor y escritor, ayer sábado, conocí a un pequeño de Tepito. Un niño menudito, que a simple vista parece tener 9 años, pero está a punto de cumplir 12.
Está un poco raquítico para su edad, pero el ambiente en el cual vive lo ha convertido en un pequeño ladrón.
Conocer su historia me dolió tanto que me metí a un oratorio y de rodillas con la cabeza besando el piso, como un musulman, le pedí a Dios que lo llene de amor. Porque sólo con el amor de Dios ese niño podrá ser un hombre de bien, mañana más tarde. Hoy sólo puedo rezar por él, ver la manera de hacerle llegar las revistas didácticas que publico y no juzgarlo, porque es un pequeño que sufre y que lo único que desea es el cariño de su padre que está en la cárcel y de su madre que lo abandona todo el día para irse a trabajar por un poco de tortilla y pan.
La historia de este niño me duele bastante y ahora (no sé porque Dios hace que las cosas coincidan), Alberto hace contacto conmigo. Me lleno de alegría, me lleno de esperanzas y sobretodo ahora entiendo mucho más porque hay que luchar por nuestra familia.
Tal vez el padre de ese niño no entendió que su egoísmo lo llevaría a la cárcel y a destrozar la vida de su pequeño y de su familia.
Alberto comprendió en su momento que sino tomaba una generosa decisión de alto riesgo, en la cual nos jugabamos la vida, sus hijos no tendrían la fortuna de vivir hoy en Canadá.
Hoy la vida me da una lección, Dios me permite tener estas vivencias para que siga luchando por hacer su voluntad y seguir apoyando a mi prójimo, a otro ser humano.
La vida no tiene sentido cuando somos egoístas, cuando no tenemos amigos, cuando no valoramos a nuestra familia.
Hoy Alberto, mi viejo amigo, hizo contacto conmigo, ayer un pequeño ladrón me dio una hermosa lección. Mañana no sé que pasará, sólo sé que debo agarrarme fuertemente de Dios.









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