Garabatos de un caminante

Garabatos de un caminante
Apizaco, Tlaxacala, México

jueves, 29 de marzo de 2018

POEMA: A LAS MADRES DE CIUDAD NEZAHUALCÓYOTL


A LAS MADRES DE NEZA.
Una vez en el extranjero me preguntaron:
¿Cómo es ciudad Nezahualcóyotl?
Y sin dudarlo respondí en un instante:
Es un lugar de gente con valor y coraje.
Es un lugar al que llegaron hombres y mujeres
de todas partes.
De Oaxaca, Guerrero, Jalisco, Veracruz, León,
y Michoacán.
Del Norte, el Centro y el Sur. Del Este y el Oeste.
Y todos con algo en común: valor y coraje.
Es un lugar en el cual las mujeres,
las madres de Neza. , doblegaron la naturaleza.
Es un lugar en el cual las mujeres,
las madres de Neza. dominaron el fango y el lodo.

Es un lugar donde hombres y mujeres,
padres y madres, hijos e hijas vencieron el salitral
para convertirlo en calles y avenidas
dignas de una próspera ciudad.
Así es Neza. Así con sus hombres, sus mujeres
y sus madres. Así son  las madres de Neza:
Madres de valor y coraje.             (Carlos Cabrejos)

lunes, 19 de marzo de 2018

"....EL MIEDO COMO ARMA DE CONTROL SOCIAL"

Mientras exista ignorancia, el miedo es la mejor herramienta de los estados demagogos para gobernar a su antojo una nación.
El miedo es un apetito irascible que se vence con la expriencia y el conocimiento.
Mientras la gente ignore su naturaleza humana, el estado utilizará el terror para gobernar.
El estado utiliza a la delincuencia, al terrorismo, al narcotráfico para someter a la población.
El estado demagogo, fascista y totalitario  crea sus propios enemigos para gobernar.

 
El miedo inmoviliza y desarticula toda resistencia colectiva, refuerza el orden establecido y el autoritarismo. La mejor manera de manipular con el miedo es creando un enemigo, como el terrorismo o el narcotráfico para recortar las libertades y legitimar el Estado policiaco, Y mientras el miedo siga sembrándose en una sociedad ignorante y poco crítica, las llamadas reformas nos están acercando a un momento de jaque
por Pablo Alarcón-Cháires
Regeneración, 23 de noviembre de 2015. El miedo es el arma que desarticula cualquier forma de resistencia colectiva. Su efecto del miedo en la sociedad ha sido objeto de análisis por parte de la psicología y antropología social en diferentes momentos de la historia humana. Se reconoce que ante el miedo, el ser humano reacciona reinterpretando la realidad inmediata, conduciéndolo hacia un cambio de conducta caracterizado por el apego irrestricto al orden instituido pero que puede llegar a convertirse en obediencia ciega. De igual manera, conlleva al acercamiento sumiso con la autoridad, en teoría, responsable de salvaguardar su integridad. De esta manera, cualquier acción que realice el Estado encaminada a restaurar la paz perdida –invasiones, etnocidios, militarización, violaciones a los derechos humanos, virtuales toques de queda, desaparición de garantías individuales, etc.–, es aceptada vehemente por el pueblo, aunque lo que siga sea una cotidiana tensión y desconfianza generalizada.
Históricamente, una de las premisas fundamentales de los Estados totalitarios y fascistas ha sido mantener bajo estricto orden y control el comportamiento de la población, la que ante el terror y miedo, facilita al gobierno la implantación y gestión de sus políticas económicas, sociales, militares o judiciales. Carl Schmitt, uno de los pilares de la teoría nazi y neo-conservadora, menciona que entre la población siempre se debe mantener una imagen enemiga, para poder dirigirla y manipularla.

Desde los temores a los infiernos bíblicos, las amenazas comunistas, los armamentos nucleares, el narcotráfico y el terrorismo actual, el Estado y las oligarquías siempre se han visto beneficiados con la cultura del miedo independientemente de quien la haya provocado. Siempre han sido respaldados por medios masivos de información. Estos últimos se convierten en una especie de terroristas informativos, al repetir amenazas constante y tenazmente, tanto, que la sociedad termina aceptándolas y creyéndolas, y eso es justamente lo que las hace funcionales.
El Estado, ante el terror social, tiene la oportunidad de crear las condiciones de culpabilidad y desplegar todo su poder en aras de combatir ese mal que la sociedad ahora reclama eliminar. Pero a su vez, impone un precio sutil y perverso, ¿a través de qué discurso?: la unidad nacional, la unidad para con las instituciones, la unidad para salvaguardar la seguridad nacional, la unidad con los gobernantes, la unidad, la unidad, la unidad…, un mensaje subjetivo, que en el fondo busca legitimar sus acciones aprovechando la coyuntura surgida del miedo social provocado.

Cuando el miedo cercena la racionalidad de la sociedad, este tipo de Estado recibe un cheque en blanco firmado a favor de sus políticas y cuenta con el pretexto ideal para sacar de sus cuarteles a la fuerza militar y pública, socavando o previniendo cualquier intento de protesta social que amenace sus intereses o los de sus protegidos.
Para el historiador Webber Tarpley, las élites minoritarias y la clase gobernante “…ven al terrorismo como el medio preferido, de hecho, el único medio para proveer cohesión social, proveyendo un margen para que la sociedad se mantenga unida. Y eso es algo muy peligroso, porque ahora significa que el orden social entero, los partidos políticos, la vida intelectual y la política en general, están basados en un mito monstruoso”.
Por otro lado, además de las ganancias económicas derivadas de la venta de drogas clandestina e ilegalmente, la lucha contra el narcotráfico y contra el terrorismo es la excusa perfecta e indiscutible para continuar con el control social, para invadir pueblos en busca del destino manifiesto, o para crear planes que buscan la extensión del poderío militar y plutocrático del mundo.
Así pues, un problema que es netamente de carácter sanitario, de salud pública y derivado de problemas sociales como la iniquidad social y la falta de justicia, entre otras cosas, de manera inexplicable pretende subsanarse con medidas que apuntalan la acción coercitiva del Estado quien aumenta el gasto militar en detrimento del presupuesto asignado a la salud, ciencia, educación y cultura, considerados más que inversión social, como un gasto. Los expertos dicen que se necesita mejorar el sistema de inteligencia nacional para prevenir otros actos violentos de grupos desestabilizadores.

Habríamos supuesto que las estrategias de implantación del miedo sólo funcionarían entre la población “ignorante” de los países emergentes y que los ciudadanos representantes de las naciones “civilizadas”, tendrían una mayor capacidad de crítica y respuesta ante ello. Pero nos equivocamos. Francia es ejemplo de ello: de acuerdo al medio ABC Internacional, el 84 por ciento de los ciudadanos franceses están dispuestos a renunciar a algunas de sus libertades a cambio de la seguridad después de los atentados sufridos a mediados de noviembre del 2015. En México conocemos de eso y más: las ficticias hecatombes por la fiebre porcinas, los granadazos el 15 de septiembre del 2008 en Morelia, Michoacán, y la desatada violencia tolerada y en muchas casos fomentada por el Estado, que pocos años después nos llevan a la subasta de los bienes nacionales. Y mientras el miedo siga sembrándose y cultivando por una sociedad ignorante y poco crítica, las reformas impulsadas por los agentes del neoliberalismo se continúan apuntalando, lo que nos está acercando a un momento de jaque. Eso si es de pensar.

EL MIEDO COMO INSTRUMENTO PARA GOBERNAR

Navegando por la red encontré este interesante artículo. Pero yo lo titularía: EL MIEDO COMO INSTRUMENTO PARA GOBERNAR".
Un sociológo canadiense dijo que cuando las instituciones están desacreditadas, el miedo surge como una herramienta para gobernar.
El estado provoca la inseguridad, la crisis, la violencia y el miedo se encarga de lo demás.
El miedo como
instrumento de presión
Xabier F. Coronado
El miedo puede llevar a los
hombres a cualquier extremo

George B. Shaw
El miedo es una de esas sensaciones incómodas que todos sentimos y que compartimos con la mayoría del mundo animal. El miedo y el temor, con sus variantes de angustia, fobias y demás dispersiones psíquicas, están siempre presentes en nuestra existencia y, de manera directa o indirecta, todos padecemos sus consecuencias en la vida diaria.
A nivel de especie, el miedo básico puede ser provechoso y tanto antropólogos como psicólogos piensan que es un mecanismo natural evolutivo. Aseguran que la tensión de alerta causada por el miedo es necesaria para vivir, superar los peligros reales y nos ayuda a defendernos de nuestra angustia. El miedo que entona, que impele a actuar y buscar respuestas, sirve para dominar esas situaciones que nos causan temor y aprehenderlas.
Pero hay otro tipo de miedo, el que paraliza, el que nos hace retraernos y nos impide reaccionar para superar sus causas. Este otro miedo es el que puede ser manipulado para dominar a otros. A nivel colectivo, los poderes fácticos que gobiernan nuestra sociedad utilizan el miedo para someter a los individuos y mantenerlos en un estado de bloqueo que limite su acción y sus criterios. En la historia de la humanidad, la utilización política y religiosa del miedo está bien documentada. Ese miedo colectivo nos mueve a actuar de manera condicionada o a aceptar situaciones impuestas por temor a rechazarlas ¿Quién nos inculcó el popular “ni modo”? Quien lo haya hecho consiguió la perpetuación de la desigualdad, la injusticia y la falta de solidaridad ante el temor mezquino de que si actuamos las cosas podrían empeorar para nosotros.
Miedo, temor, angustia, neurosis y otros sustos
El miedo es la emoción más primitiva y
más fuerte del género humano

H. P. Lovecraft
¿Miedo o temor? En el diccionario de María Moliner se define el temor como un “miedo moderado” y su explicación coincide con la definición de “miedo” que nos propone el diccionario de la academia de la lengua (DRAE): “Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.” Este mismo diccionario define el temor como “pasión del ánimo que hace huir o rehusar las cosas que se consideran dañosas, arriesgadas o peligrosas”. En este trabajo vamos a unificarlos y entenderlos como un solo concepto que implica la perturbación y la reacción.
La palabra miedo procede del latín metus, sus antecedentes griegos son fobos y deos. El primero fue utilizado hasta Homero para describir la huida en batalla, su símbolo estaba presente en los escudos de la diosa Atenea y del rey Agamenón en la Ilíada. Según la mitología, Fobo es hijo de Ares, el guerrero supremo, y lo acompaña en la batalla para hacer huir a sus enemigos. Posteriormente, Aristóteles ya utiliza el término fobos para referirse al miedo, que en sus obras define como un pathos (emoción) de la psique (alma). Platón es quien utiliza deos (temor) como término contrario a la valentía en uno de sus diálogos (Laques).
Para los psicólogos, el miedo es una emoción, un mecanismo de defensa natural ante estímulos que pueden ser “intensos, novedosos, característicos de peligros especiales de significado evolutivo y estímulos procedentes de interacciones sociales entre congéneres”. (Gray, Jeffrey a, La psicología del miedo.) El miedo es básico o racional cuando la amenaza de peligro es real, pero también sentimos miedos irracionales provocados por la angustia y la imaginación. El miedo se manifiesta a través de reacciones fisiológicas relacionadas con los sistemas nervioso y endócrino (sudoración, palidez, aceleración del pulso, etcétera). Estos cambios movilizan una serie de recursos, como la segregación de hormonas (adrenalina y noradrenalina) y la activación muscular preparándonos para el ataque o la huida. También puede provocarnos paralización, bloqueo físico y mental, que se traduce en conductas de indolencia o de sumisión frente al peligro o el dominio.
Podemos decir que los humanos sentimos miedo cada vez que enfrentamos una situación nueva, algo frecuente a lo largo de la vida, sobre todo en la niñez, y de nuestra reacción depende el aprender a manejarla para poder superarnos. Pero esto no ocurre siempre así; esos miedos racionales se pueden transformar en miedos neuróticos que son más complejos y a veces no están ligados a un origen real. Los miedos irracionales generan depresión, ansiedad, fobias, manías y en casos extremos paranoia. Habitualmente tienen su causa en las interrelaciones sociales y a veces se vuelven permanentes en nuestra vida (miedos crónicos) con pocas posibilidades de superación.
Todas estas variantes se diferencian del miedo básico en que éste se refiere a sentimientos de temor ante peligros evidentes que provocan una reacción de protección; en cambio, los derivados neuróticos del miedo se relacionan con sentimientos de temor de origen incierto que producen aislamiento.
La angustia –término muy utilizado en el psicoanálisis– es un temor opresivo, sin causa precisa, que origina aflicción, congoja o ansiedad y hasta sufrimiento o dolor. En el sentido y uso común, la angustia se hace equivalente a la ansiedad extrema y al miedo. Otros conceptos relacionados son: el terror, un miedo extremo ante alguna fatalidad o evento catastrófico; el susto y el sobresalto, que se producen por un acontecimiento imprevisto y generan un temor repentino; y el pánico, que es la respuesta a un miedo intenso.
Las consecuencias del miedo son muy diversas; van desde superación y aprendizaje, hasta pérdida de voluntad y sometimiento. Una exposición continuada a los estímulos que causan miedo puede generar cambios en la conducta y en el funcionamiento mental y fisiológico de las personas.
El miedo, además de poder ser real o imaginario, se sufre de manera individual o colectiva. Las reacciones descritas cuando son experimentadas en grupo se potencian. En consecuencia, si la respuesta es de superación o defensa, pueden generar movimientos revolucionarios o de resistencia social; pero si la reacción es de bloqueo, puede dar lugar a una caterva de individuos sometidos y atemorizados. Un tema relevante de nuestro tiempo es la inducción al temor como modelo social que disgrega, paraliza y subyuga.
El sometimiento por el miedo y la cultura del terror
Educar por métodos basados en el temor, la fuerza y la autoridad destruye la sinceridad y la confianza, y sólo se consigue una falsa sumisión
Albert Einstein
Thomas Hobbes (Leviatán, 1651) fue uno de los primeros pensadores en relacionar el temor con la organización política y la construcción del Estado. En la actualidad, la utilización del miedo como instrumento de sumisión desarrolla una metodología sofisticada con el objetivo de intimidar a los pueblos y manejar sus reacciones ante estímulos de temor inducido. La aplicación social de esta teoría recomienda la provocación de situaciones traumáticas violentas (asesinatos, desapariciones, torturas, etcétera) para someter grupos sociales problemáticos. Este procedimiento fue utilizado por las dictaduras militares en Latinoamérica durante el pasado siglo. Los especialistas en métodos de tortura llegaron a la conclusión de que sólo en estado de crisis mental provocado por temor físico, el individuo entra en una situación de tal vulnerabilidad que lo hace perfectamente manipulable.
La historia está llena de ejemplos de sometimiento por el miedo con fines políticos, económicos o sociales. En muchas ocasiones el manejo es tan sutil que es difícil darse cuenta cuando se está produciendo. Tenemos reciente el recuerdo de cómo padecimos en Ciudad de México un “ensayo apocalíptico” en forma de epidemia sanitaria, compartimos el miedo colectivo y nos quedaron grabadas imágenes que eran consecuencia de ese pánico: el sistema de transportes utilizado por fantasmas con tapabocas y guantes, o el milagro de una ciudad sin tránsito vehicular. Meses después pudimos deducir que en ese simulacro hubo segundas oscuras intenciones de tipo económico.
Una premisa de la teoría del sometimiento por el miedo, que los gobiernos aplican con precisión, es que se deben aprovechar los momentos de contingencia motivados por una catástrofe o peligros provocados, para imponer medidas de control y subordinación que en circunstancias normales serían rechazadas por la población.
El temor, difundido por el poder gracias al control de los medios de comunicación, es un arma efectiva utilizada en beneficio propio y en contra de los individuos. El miedo impuesto invade todas las capas de la sociedad hasta instalarse en el inconsciente colectivo presto a actuar al servicio de intereses creados. El miedo se convierte en pánico y en terror; así se instaura en la sociedad la cultura del terror.
A lo largo de la historia, los regímenes totalitarios e imperialistas han basado su dominio imponiendo la cultura del terror a través de una estrategia fundada en el miedo que subyace a la violencia y la coerción. Son habituales las campañas en contra de opositores al sistema establecido que representan “un peligro” para la nación. Este componente de crear temor unido a una política educativa que mantenga en la ignorancia a la población crea un binomio casi infalible para perpetuarse en el poder.
En la actualidad el miedo es uno de los factores más utilizado en la política internacional para satisfacer los intereses económicos y políticos de las naciones más poderosas. Las consecuencias son casi siempre las que proclamaban querer evitar: millares de muertos y desaparecidos, incalculables daños colaterales, millones de desplazados, hambre y miseria, entre otras calamidades. La cultura del terror se implantó en nuestro siglo a raíz de la llamada guerra contra el terrorismo, articulada por EU y sus socios europeos. Legitimados por una ONU manipulada e ineficaz, transgreden con impunidad el derecho internacional (detenciones ilegales en cárceles clandestinas, invasiones de países soberanos con objetivos encubiertos) y pisotean los derechos humanos, todo llevado a cabo por su brazo ejecutor, la OTAN, un organismo militar que mantiene el control del planeta desde su creación después de la segunda guerra mundial, “para resguardar la paz y la estabilidad”.
Los ejemplos de este mecanismo de actuación, consecuencia de una estrategia funesta y cruel aplicada por el verdadero “eje del mal”, se suceden en un escenario global acelerado. Las crisis económicas continuadas, los conflictos políticos inducidos, las guerras, el control policíaco-militar, el narcotráfico, la violencia y la corrupción generalizadas, la inseguridad y la impunidad, copan nuestra existencia diaria, son realidades impuestas, justificadas por unos medios de comunicación al servicio de la cultura del terror. La situación mundial rezuma tanta violencia que trae como consecuencia miedo y temor individual, pánico y terror colectivo.
Pasar a la acción
Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas
ha sido inyectado el veneno del miedo... del miedo al cambio

Octavio Paz
Todos padecemos esta situación pero casi nadie dice o hace nada; a los pocos que actúan o alzan la voz denunciando la realidad del sometimiento se les elimina de una u otra manera. Estamos paralizados por este miedo que nos tiene enganchados y del que nos dan nuestra dosis diaria, para mantenernos en esa apatía temerosa que domina y mediatiza nuestra vida cotidiana.
La cultura del miedo es inherente al autoritarismo, es el arma intimidatoria que nos mantiene secuestrados en una realidad que nos supera. Todos contribuimos para que el escenario impuesto se perpetúe, la realidad que vivimos es reflejo de lo que somos –la mordida persiste porque nos mochamos.
¿Es posible cambiar? ¿Hay salidas? Sin duda tienen que existir posibilidades de despertar de este mal sueño; hay quien dice que las mejores vacunas son la razón y el pensamiento libre. Pero creo que para conseguirlo se ha de pasar, indefectiblemente, por el cambio a nivel personal. El campo de batalla está en uno mismo; es ahí donde debemos empezar a actuar. En estos tiempos, la revolución comienza a nivel personal.

jueves, 15 de marzo de 2018

RELATOS DE MI PADRE NÚMERO 3: LA CABEZA REDUCIDA

Era un muchacho de trece años cuando mi padre, una noche de invierno, llegó a la casa con una cabeza reducida de verdad.
No recuerdo bien si fue en mayo o junio de 1974. Pero hacía frío, el barrio estaba solo, vacío, todos los muchachos estaban metidos en sus casas haciendo las tareas escolares. Y yo estaba con mi mamá y mi hermana Alicia en el comedor de la casa. Cada quien hacía su plana,  cuando mi papá abrió la puerta de la casa y entró muy contento diciendo: -Mari mira lo que traigo-.
Alicia y yo nos pusimos de pie, dejamos todo y corrimos a abrazar al viejo.
Olía a cerveza. Estaba contento. Se ve que le había ido bien, cuando sacó de una envoltura de papel periódico una cabeza humana hueca del tamaño de mi mano. Una cabeza reducida con la piel seca, de cabello negro lacio largo, cejas pobladas, los ojos y la boca cocidas, tenía barba y bigote y su piel escurrida era de color verde, como un cadáver descompuesto.
Mi madre se espantó y le gritó:-¡Edmundo...Cada vez estás más loco!....¿Cómo te atreves a traer esa porquería a la casa?...
Dicho eso se dio media vuelta y entre murmuros se fue a la cocina a calentar la cena de mi viejo.
No era la primera vez que mi papá traía algo exótico a la casa. Una vez de la selva trajo un monito, en otra ocasión, una tortuga, luego unos loros, un perro lobo o solía ir a huaquear y traía hermosos huacos de la cultura Mochica.
LLegó a tener en el altillo de la casa hasta cien huacos mochicas y otros negros azabache de la cultura Chimú.
Entre los huacos que más me gustaban estaba un huaco moche representado a un músico con su quena, una cabeza de llama y un huaco chimú que se le llenaba de agua y silvaba.
Pero, mi viejo no era un hombre ambicioso ni calculador, tenía una fortuna en esas reliquias que poco a poco, entre trago y trago, fue regalando a sus hermanos, a los amigos de sus hermanos, y hasta a una de las queridas de mi tío Jorge.
Del centenar de huacos nada quedó en la casa. El altillo quedó vacío y los huacos de mi viejo fueron a parar a la huacoteca de mi tío Manolo, a las vitrinas de los abogados amigos de mi tío Jorge; en fin sólo Dios sabe donde estarán esos huacos que mi viejo extraía de las huacas durante Semana Santa, fecha propicia para huaquear en el Perú.
Mi madre ya lo conocía, sabía que era como un niño y por eso creo que esa noche no le dijo más cosas, ni le hizo más problemas. Le dio de cenar. Ayudó a  mi hermana a terminar su tarea, mientras yo con miedo e incredulidad observaba detenidamente la cabeza reducida.
No podía creer que se tratara de la cabeza de un ser humano.
Al llegar el fin de semana aproveché para mostrarles la cabeza reducida a los muchachos del barrio.
Era sábado. Mi viejo se fue a trabajar, mi madre llevó a Alicia al mercado y como siempre me quedaba solito en mi jato. Mi padre decía que era el hombre de la casa.  Yo creía en sus palabras y no tenía miedo de quedarme solo en esa larguirucha casa que parecía una salchicha.
Así esa mañana, aprovechando que estaba solo y tenía llave de la puerta,  hice pasar a todos mis amigos del barrio. 
Capucho, Roberto, Milé, Quique, Kikín, Víctor, Bolo, Guilo, Miguelaga....Todos vieron la cabeza reducida. Al igual que yo la miraban con miedo e incredulidad y no creyeron que se tratara de una auténtica cabeza reducida de los jíbaros del amazonas peruano. 
Cuando se marcharon, se marcharon diciendo que era una cabeza falsa hecha con pellejo de chivo.
Lo mismo dijeron los amigos de viejo que no podían creer que se tratara de una auténtica cabeza de los jíbaros.
Los parientes de mi mamá opinaron igual y mi tío César, hermano menor de mi madre, al verla reía y entre cerveza y cerveza le decía a mi viejo que esta vez si lo habían estafado.
Mi papá había conseguido la cabeza reducida en Chongoyape.
Aquel día mi viejo había ido a trabajar a ese distrito de Chiclayo. Vendía enciclopedias, libros y en especial diccionarios. En esas fechas, no existía la computadora personal, ni el internet;  los diccionarios eran básicos en cualquier hogar. 
Así en el municipio de Chongoyape, donde se encuentra el reservorio de Tinajones y donde un niño encontró a orillas del río La Leche unos guantes y una mascara de oro de la cultura Mochica, que hoy se exhiben en el museo de Oro del Perú. 
Allí en Chongoyape tierra famosa por sus bizcochuelos, allí llegó mi papá a vender sus libros y diccionarios de puerta en puerta.
De puerta en puerta ofrecía sus productos cuando llegó a una casa donde le hicieron pasar y en la sala de aquel hogar vio la cabeza reducida que estaba sobre una repisa de madera tallada.
Dice mi viejo que desde que la vio sintió un deseo muy grande de poseerla:- La vi y sentí que ella me miraba y dije de aquí no me voy sin ti-.
Entonces cuenta mi viejo que concentró todo su poder mental en convencer a esa familia para que le compren los diccionarios enciclópedicos que cargaba.
Mi viejo era muy hábil para la venta. Tenía buen verbo y había dado clases de venta en Grolier del Perú. Grolier del Perú le regaló unos gemelos de oro por su destacada labor como vendedor de enciclopedias: Quillet y Temática.  La Quillet de color rojo era de cuatro tomos, mientras la Temática de color azul estaba compuesta por 12 tomos.
Mi viejo se tenía confianza. Estaba convencido de que esa gente le compraría de contado los diccionarios que llevaba. Y así fue. La dueña de la casa le ordenó a su esposo que comprara las obras; pero el marido quiso negociar aún más el precio a su favor y es allí donde brilló la astucia de mi padre. Les dijo que sólo le dieran el 50 por ciento en efectivo y el otro 50 por ciento se lo pagarán en especie, es decir que lo cubrieran con la cabeza reducida que estaba sobre la repisa de madera tallada.
En un principio el dueño de la casa se opuso. Dijo que esa cabeza costaba mucho más y que ya la tenía reservada para un gringo que llegaba a Chongoyape. Pero la mujer que ya no quería saber nada de esa reliquia mortuoria, le tenía miedo comentaba en voz baja mi viejo, con firmeza se impuso al marido y le ordenó que le entregara a mi padre la cabeza reducida. 
Mi viejo había vendido sus diccionarios enciclópedicos, se había quedado con la cabeza reducida y la mujer estaba satisfecha con las obras para sus hijos y sobretodo que se había liberado de esa prenda lúgubre que le inspiraba miedo, comentó mi viejo.
Contento y con unas cerveza en el estómago esa noche de invierno, mi viejo llegó a la casa con dinero y con su cabeza reducida.
La colocó en el altillo donde guardaba sus más preciados tesoros, pero mi madre no estaba contenta. Sentía que esa cabeza no era de buen augurio y quien sabe si tenía razón o no porque en la casa sucedían cosas raras.
Hasta la gente del barrio decía que mi casa era muy pesada. Había quienes aseguraban que en la ventana de la sala, que daba al altillo donde estaba la cabeza reducida, se veía el rostro de una mujer fantasmagórica.
Mi madre se quejaba siempre que la molestaban, que sentía pasos en el altillo, que le jalaban el vestido y nunca estuvo contenta habitando esa casa que le dejó mi abuela a mi papá.
La casa tenía más de 150 años. Había sido de mi bisabuelo, de allí de mi abuelo, luego de mi padre y tenía fama de ser un lugar muy pesado, es decir que penaban mucho.
No sé si madre tuvo razón en todo, pero tampoco quiero juzgar a mi padre, porque con el pasó del tiempo mi hermana se enfermó de oligofrenía esquizofrénica. Tenía 14 años cuando perdió la razón y mi hermano Fernando ya había nacido.
Yo no me sentía cómodo en mi casa. Desde que era niño había sentido cosas raras en ella y en cuanto pude me  fui a estudiar lejos de mi casa, luego mi fui a trabajar a Lima y acabé viviendo en México. Siempre lejos de esa casa donde murió mi  madre a los 52 años, luego mi hermano a los 21 y mi hermana a los 44 años.
Mi padre se quedó solo en su largirucha y tenebrosa casa. Hasta que en el 2015 fui por él para traerlo a México, lejos muy lejos de esa casa que se llevó a mi madre y a mis hermanos.
Entonces cuando fui por él en la navidad del 2015 y subí al altillo para ver sus "tesoros" y sobretodo para ver si aún conservaba su cabeza reducida, me dijo lo siguiente:
"Le vendí la cabeza reducida a un brujo malero de Ferrenafé, la tierra de la doble Fe, donde la gente cree en Dios y en el diablo".
Y al preguntarle por qué se deshizo de ella, de esa cabeza que guardaba  como un trofeo en su viejo altillo de madera que ahora estaba vacío y lleno de telarañas y polvo.
Mi viejo me respondió con miedo: -"Le salieron canas, hijo". 
Los cabellos negros de la cabeza reducida se volvieron blancos.
La cabeza reducida envejeció en el altillo de madera de mi padre. 
Y los vecinos dicen que en la vieja casa de mi papá todas las noches se escuchan a niños jugando bolitas (canicas)
En la actualidad mi padre vive conmigo en México.