Garabatos de un caminante

Garabatos de un caminante
Apizaco, Tlaxacala, México

miércoles, 7 de junio de 2017

MI CUARTO DE CARTÓN

Cuantos recuerdos me traen a la memoria estas viejas casonas.
Estaba iniciando como periodista del diario EXPRESO.
Había llegado a Lima con poco dinero.
Mi abuelo me ofreció un cuarto en su casa de Barrios Altos, pero no podía respetar su horario de entrada.
Mi primo, Lucho, hizo lo mismo, pero mi primera comisión en EXPRESO me exigía trabajar de noche, en el mundo del espectáculo, averiguando si Carlos Gardel algunas vez piso territorio peruano,
Don Guillermo Córtez Núñez, era el director de EXPRESO, y él mismo me dio una lista de contactos. Era un 20 de junio de 1985 y quería la nota ya, para que saliera publicada el 24. (El 24 de junio de 1935 Gardel murió en Medellín Colombia, durante un accidente aéreo).
No tenía mucho tiempo y primero tenía que resolver donde iba a vivir en Lima.
Con mi abuelo no podía y tampoco quería ser una molestia para mi primo, es más llegar a Barrios Altos,en la madrugada, también era muy peligroso.
Así que pregunté donde alquilaban cuartos baratos cerca del diario EXPRESO.
Con 60 intis en el bolsillo me dirige a esa vieja casona, hablé con el arrendador, le dije mi situación encómica y me rentó un cuarto de cartón en la azotea del edificio por treinta intis.
Era un cuartucho pequeño de cartón pegado al muro de la azotea y con techo de lámina de asbesto,
Era un cuarto humedo por la fina garúa de junio (parafraseando a Chabuca Granda). Sin luz, sin agua, sin servicios; con un catre viejo y un colchón recontra viejo, pero nunca me pico nada, y eso que tengo la sangre "dulce", del agrado de zancudos, chinches y pulgas.
Era un cuarto que pese a todo no necesitaba luz, me iluminaba el resplandor de los focos de neón de la plaza Dos de Mayo.
No necesitaba baño, podía orinar en cualquier parte de la azotea, mientras contemplaba el amanecer limeño alrededor de la Plaza dos de Mayo.
La azotea era como un enorme balcón desde donde podía ver y contemplar el simbólico monumento al combate del 2 de mayo de 1866, cuando los cañones peruanos vencieron a la marina Española obligándola a regresar mal herida a su tierra. Sud América era libre del invasor español.
Desde la azotea podía observar el flujo del tránsito vehicular que no se detenía ni de día, ni de noche y de día y de noche lanzaban al aire más humo que una chimenea.
Desde la azotea veía a la genta caminar hacia los puestos de comida que rodeaban la plaza. Puestos de ambulantes que ofrecían desde un pescado frito a un buen plato de tallarín saltado, en los chifas al paso.
Desde la azotea veía a los emolienteros que con peculiar precisión enfríaban de un vaso a otro la tradicional bebida caliente limeña.
Desde la azotea podía ver a toda esa gente sin trabajo, que de día se sentaban alrededor de la plaza buscando un poco de esperanza. Y por las noches dormían en el pasto o en las bancas esperando que el nuevo día les trajera un poco de pan para llenarse la panza.
Mas, un par de días después contento de haber cumplido con mi comisión, cuando estaba apunto de cerrar los ojos y descansar, con el propósito de levantarme a las 6.30 a.m. e ir a EXPRESO bien temprano para asearme en los baños del periódico y cambiarme de ropa, como lo hacía todas las mañanas, desde el momento que alquilé el cuartucho de "papel"...
Unos gritos llamaron mi atención: Eran cerca de la una o dos de la mañana, cuando en la azotea gritaron: ¡GUARDIA CILVIL DEL PERÚ!....Y enseguida de un fuerte golpe abrieron la débil puerta de mi cuarto de cartón y otro grito más: ¡ARRIBA LAS MANOS, CARAJO!..,
Con las manos en alto, aún acostado en el enclenque catre y viendo el ojo del cañón de la usi del tombo, por puro instinto grité: ¡PERIODISTA DE EXPRESO EN COMISIÓN ESPECIAL!...
El tombo con su arma en la mano derecha por unos segundos creo que se desconcertó, guardó silencio sin dejar de apuntarme, agarró su linterna, la prendió, me iluminó el rostro y con voz de policía expresó: -Su carnet de periodista y su libreta electoral-.
Como dormía con todo y ropa, lo único que me sacaba eran las medias, -nunca he podido dormir con medias-, me levanté de la cama, metí la mano al bolsillo derecho de mi pantalon blue jean y le mostré mis documentos.
Mientras leía los documents salimos de mi cuarto de cartón a la azotea. El leía detenidamente, yo sin zapatos estaba observando todo lo que estaba pasando.
Habían más de 20 guardias civiles todos armados. De un cuarto grande con luz eléctrica, repleto de papeles y libros sacaba a un grupo de muchachos con las manos en la cabeza.
Los muchachos que parecían estudiantes tenían rasgos indigenas y una mirada de odio en sus ojos.
Entonces el tombo terminó de examinar mis documentos, me los devolvió y me dijo:- No entiendo que chucha haces acá. Esto está lleno de senderistas-.
Dicho eso se marchó con el resto del pelotón mientras en fila india se llevaban a los muchachos de apariencia andina.
El 30 de junio cobré mi primera quincena en EXPRESO y abandoné para siempre ese cuarto de cartón, cuya azotea me permitía disfrutar de la plaza Dos de Mayo y la madrugada limeña.


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