Garabatos de un caminante

Garabatos de un caminante
Apizaco, Tlaxacala, México

domingo, 3 de marzo de 2019

EL FENÓMENO AMLO


El FENÓMENO AMLO
Quiero empezar diciendo que yo no creía en este hombre.
Pensaba que era un político más. Un obsesionado con el poder.
Desde la primera vez que escuché su nombre, pensé que era un político de esos con los cuales había crecido en el Perú, y que había saboreado amargamente durante mis últimos 30 años, acá, en México.
Al leer que políticamente nació en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), luego se desarrolló en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y finalmente creó su propio grupo: Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), pensaba que era un oportunista sin bandera, ni filosofía política.
La verdad no creía en este personaje que parecía encarnar los consejos que me daba mi tío Gumer: “Sí, quieres hacer plata, metete a la política”.
Pues los hermanos de mi padre eran apristas y el más destacado de todos, mi tío Manolo había sido orador del partido Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), que nació también en México copiando al PRI,  cuando Víctor Raúl Haya de La Torre caminaba por tierras aztecas.
Mi tío por el partido fue detenido y enviado a la prisión del Sexto, en Lima, mientras mi padre huía de la persecución política y sus amigos del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) o también conocido como el APRA REBELDE, eran acribillados por el Ejército Peruano en Mesa Pelada, (Cuzco-Perú).
Había nacido en medio de una familia aprista y era el hijo de un miembro del MIR, que admiraba profundamente al Che Guevara y a Fidel Castro. Aún recuerdo a mi padre llorando por la muerte del Che y últimamente despidiéndose de pie, a sus 87 años, del líder la Revolución Cubana, cuando se enteró por televisión que éste había fallecido.
Me sentía orgulloso de mi familia, de mis tíos y de mi padre hasta que llegó la Revolución Peruana, de Juan Velasco Alvarado. Todos en la familia pensaron que con Velasco sus sueños se iba a hacer realidad, que el Perú se iba a liberar del imperio yanqui y que iba a salir del subdesarrollo; pero lo único que consiguió la Revolución Peruana fue que los militares se convirtieran en una clase social alta y poderosa.
Velasco sólo copió el guion de la Revolución Mexicana y como toda copia salió mal porque el país se fue a pique y se hundió en un mar de traición y corrupción.
Así mientras el traidor de Morales Bermúdez le daba un golpe de estado a Velasco, en las escuelas publicas del Perú se venían gestando dos movimientos subversivos, que más tarde se conocerían como Sendero Luminoso (SL) y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).
Movimientos que tuve la oportunidad conocer en las aulas del Colegio Nacional de “San José” cuando cursaba la secundaria.
Por aquellos días el Perú estaba bastante politizado y las secundarias no se escapaban de esa corriente. En el San José habían dos tendencias políticas: La Juventud Aprista del Perú (JAP) y la Vanguardia Estudiantil Revolucionaria (VER). Ambos fueron semilleros del MRTA y de SL.
Sendero Luminoso le declaró la guerra al Perú en mayo de 1980, a pocos meses que los militares renunciaron al mando del país y convocaron a la Democracia ganando las elecciones Fernando Belaúnde Terry.
Belaúnde gobernaba por segunda vez al país, pero no tuvo el valor de afrontar la guerra con SL y el MRTA en su verdadera dimensión. Los trató bajo el concepto de delincuentes comunes y las consecuencias fueron graves porque no pudo detener las acciones terroristas de ambos bandos y la inversión privada se alejó del Perú.
Con el gobierno de Alán García el país entró en una profunda crisis económica. La inflación superó los tres dígitos y comenzó la diáspora peruana; mientras tanto, Alán sólo se preocupaba por convertirse en un líder tercermundista enfrentándose al Fondo Monetario Internacional (FMI) e invitando a los países subdesarrollados a no pagar su deuda externa.
En tanto los periódicos peruanos seguían con su misma tónica: Viviendo de la “mermelada” y siendo cómplices del gobierno de turno.
Los medios de información era el eco de los políticos corruptos y sin escrúpulos que sepultaban la esperanza de los jóvenes y agrandaban la desilusión de los viejos.
A partir de entonces ser político en el Perú era sinónimo de corrupción, cinismo, descaro y ratero.
Pero no era un mal exclusivo del Perú, al llegar a México pude comprobar que la política era lo mismo aquí, allá y maracuyá. Que los medios de comunicación era lo mismo aquí y allá y eran cómplices de un sistema que favorecía sólo a la casta dominante y esclavizaba cada día más al pueblo sin fortuna, sin dicha y sin jubilo.
Durante 30 años en México era ver la misma película una y otra vez. Era ver como crecía la deshonestidad en todos sus estratos políticos y sociales, mientras el pueblo continuaba sufriendo de hambre, educación y oportunidades.
Tengo 57 años y durante los últimos 30 no creía en nadie y mucho menos en la política mentirosa y hambreadora.
Pero hoy surge un hombre que me devuelve la esperanza y la fe en la política.
Como he dicho antes al principio no creía en él. Pero al verlo trabajar y seguirlo por YouTube todas la mañanas, reconozco que me equivoqué y que tengo frente a mí a un verdadero político, a un verdadero patriota, a un héroe que sólo busca el bien de México, su pueblo.
A AMLO, como cariñosamente le dicen sus seguidores, no le interesa robar, su principal fortuna es convertirse en el mejor presidente de los Estados Unidos Mexicanos y pasar a la historia como un hombre honesto.
Ahora  espero que el fenómeno AMLO contagie al resto de los políticos nacionales y de Latinoamérica y lo sigan por el camino de la virtud; por el bien del pueblo y de la juventud americana que necesitan de una luz de esperanza y del brillo de la honestidad.

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