Una verdad universal es que los seres
humanos
(hombres, mujeres, niñas y niños) para desarrollarnos individual
y socialmente necesitamos
vivir
en familia, pertenecer a un grupo, a una tribu, a un estado a un país, etc. El
ser humano para su desarrollo personal necesita de los cuidados
y el cariño de
una familia, de la aceptación del grupo y del reconocimiento de la
sociedad.
Pero nada de ésto tiene sentido
si en
nuestra vida no existieran
normas o códigos
que nos
sugieran como comportarnos en lo
individual y en lo social.
Así que antes de
entrar en materia y definir qué es la
honestidad,
vale recodar,
que desde
el inicio de la humanidad han existido grandes pensadores que han explicado que
es un valor, una correcta cualidad, una
virtud o también que es un vicio o un mal hábito.
Entre estos grandes filósofos
de la historia universal tenemos
a Confucio, Sócrates, Aristóteles
y en la historia de la América Prehispánica
tenemos
el pensamiento
de dos grandes culturas: Azteca
e Inca.
Pensamiento que fue recopilado y dado a conocer por los cronistas como Fray Bernardino
de
Sahagún en México y el Inca Garcilaso de la Vega en el Perú.
En orden de aparición empezaremos
comentando que para el chino Confucio, 500 años antes de Cristo, La honestidad
se dividía en tres grados:
Primero: Una honestidad personal.
Li en chino. Consiste
en que una persona debe ser sincera consigo misma. Es decir uno no puede
engañarse a sí mismo.
Segundo: Se llama Yi en chino. En
este grado la persona humana no sólo busca su bien personal como en el Li, sino
que busca el bienestar de los demás, de los otros. Es decir es altruista y se
basa en los valores de la bondad y la justicia. O sea si soy bueno y justo
conmigo mismo, también debo ser justo y bueno con mi prójimo. El le dice no al egoísmo.
El tercer grado decía Confucio se
llama Ren.
Este grado es el más sublime y transcendental porque se basa en conquistar los
valores de la fraternidad y el humanismo. Es decir, que la persona honesta
trata a los demás como parte de sí misma.
Trescientos años antes de Cristo,
en Grecia, Sócrates decía que la honestidad es un valor propio de los seres
humanos relacionado con los principios de verdad, justicia y la integridad
moral.
Es decir que esta cualidad ve la
relación que uno tiene con uno mismo, con su prójimo, con su familia, con los
demás, con la sociedad y el mundo en general.
Para Sócrates el hombre honesto es
quien actúa conforme piensa, es decir que sus obras tienen coherencia con su
manera de pensar. Por eso decía que todo el que pensaba de una forma y actuaba
de otra era deshonesto, corrupto e inmoral.
Aristóteles, otro gran filósofo
griego cuyo legado se estudia hasta nuestros días en las mejores universidades
de México y del mundo, aseguraba en su libro Ética a Nicómaco que la honestidad
está unida a otras cualidades como: La bondad, la belleza moral, la
justicia, el valor, la prudencia, la fortaleza y la templanza; es decir que la
honestidad es el culmen de todas las virtudes humanas sin excepción.
Aristóteles, entonces, nos dice muy
claro que el hombre deshonesto es aquel que se deja corromper por el dinero, la
riqueza, el poder, el sexo y los vicios de las drogas, el alcohol y la carne.
En las culturas prehispánicas,
antes que los españoles invadieran América, los incas enseñaban la honestidad a
través de tres normas en lengua quechua:
Ama Sua, Ama
Llulla, Ama
Quea; que
en español quieren decir: No seas ladrón, no seas mentiroso, no seas ocioso.
En nuestra cultura Azteca se
enseñaba la honestidad a través de dos valores de suma importancia: La verdad y la humildad. A los
mentirosos, simuladores e hipócritas se
les llamaba totoloxchton
y tillanixiquipile.
Los aztecas criaban a sus hijos con
estos valores y un estricto código de conducta.
Decían que para forjar la
personalidad de los niños y hacer de
ellos hombres seguros, justos, buenos y
honestos necesitaban desde pequeños ser tratados con amor y protección.
Los padres mexicas estaban seguros
que el afecto, el cariño y el amor proporcionaba a los niños seguridad.
Mientras tanto el buen ejemplo les daba la certeza para cumplir con las normas
de conducta estipuladas en el código azteca que exigía honestidad y madurez.
En conclusión podemos definir a la
honestidad como la suma de todas las cualidades que nos permite a los seres
humanos tener un desarrollo saludable de nuestra personalidad y un desarrollo
saludable de nuestra sociedad.
En tanto la deshonestidad es todo
aquello que enferma y corrompe tanto al individuo como a su sociedad.
ORIGEN:
La palabra honestidad proviene de la voz latina honestitad
que
significa:
Cualidad
de decente, decoroso, honrado, respetuoso, digno
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